Parábola del amigo molesto
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Esta parábola del «Amigo molesto» aparece en el evangelio de san Lucas después de la oración del Padre Nuestro. Quiere explicar cómo debe ser la oración del que camina con Jesús, del cristiano:
Nos viene a decir que nuestra oración, es decir, nuestra conversación con Dios, debe ser perseverante, acudiendo a Él con los problemas diarios, aunque a veces podamos pensar que rozamos la inoportunidad. Debemos tener total confianza en Dios, que además de nuestro Padre, también es nuestro amigo. Debemos conversar con Dios, como conversamos con nuestros padres o amigos, y plantearle nuestras peticiones. Toda petición a Dios es escuchada y atendida.
Pero también nos dice que no desesperemos porque Dios no nos dé lo que expresamente le hemos pedimos. Dios nos dará al Espíritu Santo, es decir, nos comunicará su fuerza, la de su Espíritu, que es el motor en la construcción del Reino de Dios. «Vosotros habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!». Y el Espíritu Santo es el que realmente cumplirá nuestras peticiones, si lo considera conveniente para nuestra salvación y la salvación del mundo.
Esta incertidumbre de qué es lo que nos dará el Espíritu Santo nos puede producir cierto vértigo. Seguro. Estamos más tranquilos si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que planificamos nuestra vida, porque creemos que sabemos qué es lo que necesitamos. Pero Dios no trabaja con estos esquemas humanos. Dios sabe de antemano, tiene un plan personal para cada uno de nosotros y está completamente seguro de que su plan nos va a llevar a la salvación.
A nosotros nos toca tener fe y abandonarnos en sus manos amorosas. ¿Te atreves? Si lo haces, no te arrepentirás porque ¿Quién mejor que Dios para llevar el timón de nuestra vida?