El conocimiento de Dios por su creación
La catequesis novena de san Cirilo está dedicada al Dios creador, es el Dios que el hombre no puede ver, que ningún ser humano jamás lo ha visto excepto el Hijo. Pero podemos conocer a Dios mediante sus criaturas, por toda la creación.
Podríamos decir que es una de las facetas de la “vía pulchritudinis” que es una de vías de conocimiento de Dios por analogía, que consiste en que desde la belleza sensible de la naturaleza podemos llegar a la Hermosura del Creador.
La vía de la belleza, partiendo de la experiencia sencilla del encuentro con la belleza que suscita la admiración, puede abrir el camino de la búsqueda de Dios y es capaz de disponer el corazón y el espíritu para el encuentro con Cristo, que es la Hermosura, que es la Santidad encarnada ofrecida por Dios a los hombres para su salvación.
La Sagrada Escritura subraya el valor simbólico de la belleza del mundo que nos rodea, porque es reflejo de la belleza de su creador invisible. La contemplación de la belleza de la creación nos suscita paz interior, nos agudiza el sentido de la armonía y el deseo de una vida hermosa.
La tradición franciscana asigna una dimensión casi “sacramental” a la creación, ya que lleva en ella las huellas de sus orígenes. Así la naturaleza es considerada como una alegoría y toda realidad natural como símbolo de su Autor.
“… Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación. Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas. Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento. Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte. Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas …”
No se trata tampoco de hacer de la naturaleza un ídolo, como lo hacen ciertos grupos ecologistas, su valor no deberá sobrepasar nunca la dignidad del hombre llamado a ser su guardián.