La llamada a los primeros discípulos

La llamada de los primeros discípulos se relata en los cuatro evangelios:

Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. (Mt 4, 18-22)Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él. (Mc 1, 16-20)

Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. (Lc 5, 1-11)

Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y,  fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)». (Jn 1,35-42)

 
En aquel tiempo había muchos maestros de la Ley en Israel que tenían discípulos. Los discípulos buscaban a un maestro de prestigio, iban a su casa, vivían con él como invitados, le pagaban por sus enseñanzas y cuando ya estaban satisfechos de lo aprendido se iban. Por tanto, eran los discípulos los que buscaban al maestro y lo contrataban para formarse.

En cambio, en el grupo de Jesús, todos los discípulos son llamados, escogidos personalmente por Jesús, no son los discípulos los que buscan a Jesús sino Jesús el que les llama para que le sigan.

El verbo «seguir» tiene el significado teológico de seguir las huellas. La fe no puede quedarse estática, se trata de acercarse y seguirle a donde fuera, aceptarlo, escucharle, servirle. Es un seguimiento espiritual, mediante el que los discípulos aprenden y se configuran con aquél a quien siguen. Él los capacita para seguirle.

«Venid y veréis», incluye la idea de creer, aceptar, mirar espiritualmente, descubrir quién es Jesús y darse a él.

La fe cristiana, nuestra fe, se apoya en la fe apostólica, es decir, en lo que vieron y vivieron, lo que experimentaron los apóstoles con Jesús.

Jesús hoy a nosotros también nos llama para que le sigamos, nos dice: «Ven y verás». Tal vez no podamos seguirle de la misma manera que los apóstoles, porque no le tenemos con nosotros exactamente igual que lo tuvieron ellos, pero si podemos seguirle, seguir sus huellas haciendo lo que Él hizo, dentro de nuestras posibilidades, podemos aceptarlo, escucharlo y servirle. Podemos creer en Él, aceptar lo que nos pide, dejarnos en sus manos, confiar en Él,  darnos a Él.

Ánimo hermanos, nosotros también somos llamados igual que los primeros discípulos. Ellos se levantaron sin preguntar y le siguieron ¿Estás dispuesto a seguir a Jesús sin dudar que es lo mejor para ti? Ten fe y entrégate a Él ¿Quién mejor que Él para llevar el rumbo de tu vida?

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