La Torá del Mesías

En “La Torá del Mesías”, Jesucristo nos da las nuevas directrices que dan cumplimiento a la Torá de Moisés. Están relatadas en los Evangelios de san Mateo y san Lucas:

17 No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. 18 En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. 19 El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. 21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. 22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego. 23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.

27 Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. 28 Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. 29 Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. 30 Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.

31 Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. 32 Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

33 También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. 34 Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. 36 Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

38 Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. 39 Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; 40 al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; 41 a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; 42 a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.

43 Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. 46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? 47 Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? 48 Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

Mt6 1 Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. 2 Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 3 Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4 así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

5 Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. 6 Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. 7 Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. 8 No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. 9 Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, 10 venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, 11 danos hoy nuestro pan de cada día, 12 perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, 13 no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, 15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

16 Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. 17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, 18 para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

19 No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban. 20 Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. 21 Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. 22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; 23 pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! 24 Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. 25 Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 26 Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? 27 ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? 28 ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. 29 Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31 No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. 32 Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. 34 Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia.

Mt7 1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. 3 ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? 4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? 5 Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano. 6 No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.

7 Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; 8 porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. 9 Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; 10 y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden! 12 Así, pues, todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. 14 ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.

15 Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? 17 Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. 18 Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. 19 El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. 20 Es decir, que por sus frutos los conoceréis.

21 No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”. 23 Entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad”.

24 El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. 25 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

26 El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».

28 Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, 29 porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas. (Mt 5, 17 – 7,28)

27 En cambio, a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, 28 bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. 29 Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. 30 A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. 31 Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. 32 Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. 35 Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. 36 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; 37 no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; 38 dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros». (Lc 6, 27-38)

 

Los Judíos, esperaban del Mesías que trajera una nueva Torá. La mayor parte del Sermón de la Montaña está dedicada a definir esta nueva Torá de Jesús.

Comienza con la clave de la interpretación, que aclaran de modo inequívoco la fidelidad de Dios a sí mismo y la lealtad de Jesús a la fe de Israel: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud». No se trata de abolir, sino de llevar a cumplimiento, y este cumplimiento exige algo mas de justicia. Jesús responde en este extenso fragmento a una pregunta importante para una comunidad formada por personas procedentes del judaísmo: ¿Cómo ser fieles a la Escritura y a la tradición judías?. Para ello, Jesús presenta la relación de la Torá de Moisés con su Torá mediante una serie de antítesis: «Habéis oído que se dijo a los antiguos … Pero yo os digo».

Cristo lo que viene a decir es que el verdadero judío es el cristiano, puesto que en Él se encuentra el pleno cumplimiento de la Ley de Moisés. No dicta una nueva Torá, sino que pide a sus discípulos una justicia superior. No introduce novedades externas en la ley, sino que reconduce la Torá a su autenticidad recuperando su verdadera intención y llevándola a plenitud.

Jesús es nuestra verdadera ley. El que se adhiere a Cristo supera todos los tergiversaciones de un moralismo estrecho y recibe de Él, por la gracia, el impulso de amor necesario para vivir con un corazón dilatado, dispuesto a correr por el camino del sacrificio. Esto son las virtudes, nuestra manera habitual de ser para los otros en la vida cotidiana. Surgen de corazones plasmados por Jesucristo.

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