Los Magos de Oriente
La visita y adoración de los Magos de Oriente al niño Jesús recién nacido, sólo se relata en el evangelio de san Mateo:
En este relato, podemos ver que, a la búsqueda sincera de los lejanos, los Magos, se contrapone la hostilidad de los que debían ser los custodios de las promesas divinas, el pueblo de Dios.
Jesús desde su nacimiento, como profetizó Simeón, será un “signo de contradicción”, son los paganos quienes le declaran rey de los judíos, quiénes reconocen su realeza mesiánica, mientras que los cercanos, su pueblo, no son capaces de captar los signos de Dios y reconocer a su salvador.
Los Magos representan a todos aquellos que no son cristianos, y que sin embargo Dios los llama a su conversión por medio de los acontecimientos, porque Jesús es el Salvador de todos. No sólo representan a los paganos que no han recibido el mensaje del Evangelio, sino también y de manera especial a los alejados. Entre nosotros, una buena parte de los bautizados viven alejados, están bautizados, pero poco más.
A nosotros nos toca hacerles llegar el mensaje del Evangelio, tenemos que anunciarles a Jesús, despertar en ellos el interés por buscarlo, por encontrarse con Él, por adorarlo, por ofrecerle su persona. Nos toca servir de estrella para conducir a los alejados al encuentro con Jesús.
Nosotros, los cristianos, el pueblo de Dios, debemos aprender de los Magos a descubrir los signos, a caminar con determinación y a no permitir que nada ni nadie nos desvíe del camino hacia el Señor.
Que no nos pase como al pueblo judío, que nos acomodemos en lo que ya sabemos de Cristo sin dar un paso más para encontrarle de verdad, para adorarle, para convertirle en el centro de nuestra existencia y en la meta hacia la que tender.
Los Magos dejaron sus seguridades, buscaron al que no conocían, encontraron a un niño y a su madre en una casa pobre y reconocieron allí la presencia del Dios-con-nosotros. Se inclinaron para depositar a los pies de un niño sus riquezas, sus coronas, su sabiduría.