Parábola del espíritu inmundo
Esta parábola de “El espíritu inmundo” aparece en los evangelios de san Mateo y san Lucas:
Cuando el espíritu inmundo sale del hombre anda vagando por lugares áridos en busca de reposo y no lo encuentra. Entonces dice: “Volveré a mi casa de donde salí”. Y al volver la encuentra deshabitada, barrida y arreglada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él y se mete a habitar allí; y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo. Así le sucederá a esta generación malvada». (Mt 12, 43-45)
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice: “Volveré a mi casa de donde salí”. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio». (Lc 11, 24-26)
Los demonios prefieren vivir dentro de una persona, en una casa humana, en un alma, antes que en la aridez del desierto. Por ello, si echan a uno de una persona, intentará regresar. Si la encuentra bien barrida y arreglada, reformada pero no restaurada, rehabilitada pero no regenerada, convencida pero no convertida, volverá a entrar con mucha más fuerza, con siete demonios más, para que sea más difícil volverles a echar otra vez.
Esta parábola nos enseña que no basta quedar libre de Satanás y del pecado una vez, sino que hay que llenar la casa de buenas obras, acogiendo la palabra de Jesús, y convirtiéndose. Si no, la casa será invadida de nuevo por el mal. Debemos permanecer vigilantes en el seguimiento a Jesús, ya que la liberación no es definitiva, hay que irla manteniendo, porque los nuevos ataques pueden ser más duros.
El papa Francisco nos dice: «La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio. Pero éste vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros no ser ingenuos.».
Satanás ha sido derrotado para siempre por la muerte en la cruz y la resurrección de Jesús. Jesús ha derrotado al mal en el corazón de cada hombre que decide estar con él y seguirle. Pero el discípulo debe vigilar a causa de la fragilidad humana, porque la tentación de seguir al mal la tiene muy cerca, y la decisión de estar con Jesús debe renovarla cada día.
Cada uno de nosotros está siendo llamado continuamente a elegir entre el bien y el mal. Corresponde a nuestra voluntad realizar esta elección. El pecado, como arma demoniaca, nos acosa, y en nosotros está vencerlo con la fuerza de la Divina Gracia, que siempre está a nuestra disposición, por medio de los sacramentos, especialmente por la Reconciliación y la Eucaristía.
Podemos volver a caer bajo el dominio de Satanás incluso después de haber sido liberados por Cristo, por ello debemos estar vigilantes y restaurarnos, regenerarnos y convertirnos constantemente, siendo perseverantes. Si tenemos la casa llena de la Divina Gracia, es imposible que en ella entre el mal.