Rechazan a Jesús en Nazaret

El rechazo de Jesús en Nazaret sólo se relata en el evangelio de san Lucas:

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino. (Lc 4,16-30)

 
Jesús había crecido en la pequeña ciudad de Galilea de Nazaret como un muchacho normal. Todos le conocían como el «hijo de Jose», de quien aprendió el oficio de carpintero. Después de ser bautizado por Juan y de las tentaciones en el desierto, Jesús vuelve a su ciudad. Ese sábado, como todos los sábados, Jesús acude a rezar a la Sinagoga, los ancianos le reconocen como hijo del pueblo y le confían la lectura del texto del profeta Isaías.

Hasta aquí todo se había desarrollado con la normalidad que los judíos de Nazaret esperaban. Pero al terminar de leer, Jesús les sorprende con un anuncio:  «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Este anuncio les deja en estado shock, «¿No es este el hijo de José?». Ese al que ellos habían visto crecer como un chico normal, ahora se presenta ante ellos como el Mesías anunciado por el profeta Isaías. Seguramente ya habían oído hablar de sus milagros y predicaciones, y aunque eran escépticos, esperan de Él signos que avalen su pretensión, pero Jesús les dice que Él, como los antiguos profetas, no ha tenido una buena acogida en su pueblo, por lo que los signos y milagros, la salvación, la liberación y la curación anunciada por Isaías, se ofrecerá a los pueblos paganos.

Esto les enoja y les indigna, les escandaliza, su reacción violenta prefigura el rechazo que sufrirá más tarde por parte del mundo Judío. Se perfila la Pasión que Jesús sufrirá, pero también la victoria de Jesús sobre la muerte. Jesús pasa ileso en medio de la muchedumbre enfurecida y continúa su camino, llevando a otras ciudades el alegre mensaje de la salvación, que un día llegará hasta los últimos confines de la tierra.

Los judíos creían conocer bien a Dios y era imposible para ellos que Jesús, al que habían visto crecer, fuese el Hijo de Dios. Él era el hijo de José y de María, un chico normal. Sin embargo, aquel día Dios se hizo presente en la Sinagoga, y ellos no le acogieron porque les falto fe. Y cuando no hay fe, de poco vale hacer prodigios, por eso Jesús no malgasto su Gracia con ellos  y se alejó de Nazaret asombrado de su incredulidad.

¿Somos nosotros como ellos? ¿Creemos saber todo de Dios? ¿Es para nosotros un Dios previsible? O por el contrario nos dejamos asombrar cada día.

Dios se revela en quien menos te lo esperas y de la forma que menos te esperas, actúa de forma misteriosa en la vida del hombre. Aquéllos que presumen de saber todo de Dios, corren nel riesgo de privarse del encuentro con Él, como los habitantes de Nazaret. No esperes saber todo de Dios, solo confía en Él.

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